Por Freya Schneider
Historias al alero de los Ciclos de Cine
Hace algunos años conocí a una chica, le llamaré Julia, que se sintió maravillada al conocer mi mundo y el desparpajo de mis amigas al sentirse tan orgullosas de ser lesbianas. Ella casi no lo podía creer y como caballeros intentábamos aparentar casi más de lo que éramos, frente a aquellos ojitos que brillaban como si estuvieran frente al reflejo de un gran tesoro que se acaba de descubrir.
En ese tiempo tanto yo como mis amigas, pertenecíamos al típico gheto construido en la casa de cada una de nosotras y en los pocos locales y discos que existían en Santiago y que de manera casi inconsciente nos ocupábamos de mostrar a esta jovencita, por siaca se le despertaban los deseos de establecer alguna cosilla más profunda con alguna de nosotras…
¡Cómo me río al recordar los esfuerzos realizados y la cero reacción de la chica que pretende a encontrarse a si misma (1)con un grupo de varias lesbianas con sus años! (pero jóvenes de espíritu, dijo la otra).¡Cómo me río de los esfuerzos realizados y la pachorra aplicada con cero resultado! ¡Y cómo me río de las noches ocupadas en generar técnicas y estrategias de conquista junto a mis partner y de las carcajadas que tapizaron los espacios que ocupábamos para llevar a cabo este juego…
La verdad es que a ninguna de nosotras Julia nos gustaba así como para volvernos loca, pero el juego de la seducción es otra cosa, en muchos casos no se puede evitar y en más ocasiones no se quiere evitar, por lo que una de nosotras atinó a invitarla al cine, al Ciclo de Cine Gay + Lésbico del año 2000, creo. Luego vendría un localcillo que atendían dos amigas lesbianas y se vería si el esfuerzo y los encantos surtían el efecto esperado.
Al llegar al lugar – relató más tarde nuestra amiga, que por cariño llamaré Gaviota, Julia se volvió loca, pues nunca había visto a tanta lesbiana y gay en un mismo espacio y vale decir, en un lugar visible, en un lugar de encuentro común , más allá del sexo o de la representación que más nos agrade.
Ante el desfile maravilloso de lesbianas y gays, como que nuestra chica se exaltó y la gaviota comenzó a sentirse más su madre que una amante en potencia. Julia comenzó a hablar muy fuerte, como estrategia típica para llamar la atención. Comenzó abrazarla, desesperada por demostrar que ella también era lesbiana. La gaviota comenzó a sentirse como gatita de Pepe le Poof y eso para una lesbiana seria no era muy agradable. De pronto unos gritos y la Julita corriendo a los brazos de un gay de actitud gay, de ropa gay, de accesorios gay y de pololo gay…
Vieron la película entre los cuatro como una hermosa familia homosexual. Al finalizar nada de local de amigas lesbianas, sino un conocido bar ubicado muy cerca del cine: tequilas margarita, unos whiskies, la tabla para picar y el infaltable comentario sobre la película que habían visto. Gaviota aún notaba la excitación de Julia, pero el trago y los otros que pretendía tomarse mermarían la realidad hasta recuperar las ganas de tener una noche de buen sexo con ella.
La pareja gay tenía varios años de relación, pero más tiempo existía desde el momento en que el objeto de deseo de mi vieja amiga lesbiana había conocido a uno de los jóvenes, Ambos eran muy cariñosos entre si y se notaban mucho más frenétic@s por la noticia de que amb@s eran homosexuales , pues el ciclo de cine les dio la pauta para admitirlo.
Como en la tercera ronda de tragos Gaviota se quedó sola en la mesa. Julia y su amigo al baño , Pedro, que será el nombre ficticio de la pareja del amiguito gay de Julia a comprar puchos. Pasó un buen rato hasta que Pedro llegó. Dejó los cigarros en la mesa y se dirigió al baño. Unos segundos y los gritos comenzaron. De pronto Pedro, salió cual torbellino del lugar, sólo se detuvo par tomar sus cosas y contarle a la Gaviotita entre lágrimas, que había pillado a su pareja y a Julia en un tórrido encuentro sexual penetrativo. En ese instante su pareja aparece tras él. La gaviota quería hundirse en el asiento, desaparecer, por lo que cree que estaba mirando hacia abajo mientras la discusión de la parejita gay se desarrollaba. Cuando dejó de sentir los gritos levantó la vista. Estaba sola, los chicos se habían ido llevándose sus cosas. Un garzón le extendió la cuenta: $23.500. Ella tenía $15.000. En ese instante apareció Julia, que había preferido resguardarse en el baño, pero sin “niuno” .
Fue allí cuando me llamó por teléfono para pedir apoyo económico. Al llegar al lugar aún estaba con Julita, la cabra Juliá dijo en algún momento la Gaviota entre risas, de ahí el nombre que he escogido para ella. Me contó todo, sin lujo de detalles.
A Julia que yacía mutis en un ángulo del asiento que resguardaba su antigua deseada humanidad a esas alturas, la dejamos en el paradero y le pasamos platita para el pasaje para que no tuviera problemas. Cuando se subió a la micro nos fuimos.
En la otra esquina comenzamos a reírnos, por esa vieja y conocida sensación de ir por lana y salir trasquiladas…
Al pasar por el cine nos encontramos con unas viejas amigas que salían del trasnoche y decidí que al día siguiente vendría a ver alguna película, porque el cine por lo menos en ese instante se había transformado en un lugar de encuentro que permitía el desarrollo de otras historias como la de la Gaviota y la jovenzuela que las viejas ingenuamente querían engrupirse. Como la realidad supera la ficción, quien me decía que en una de esas, no vivía yo otra historia, como la de mi querida vieja amiga, pero con final feliz o a lo más nos daba un buen caldo de cabeza para compartir con un buen vino en la mesa de crítica instalada después de cada exhibición a la que asistiera.
De la chica nunca más supimos, como lesbianas más viejas no es difícil superar la relación “chochopenial” (2), mas sin saberlo y sin haber estado incorporada a la historia directamente me ligo al intento conciente de tratar de comprender a la multitud sexual, a la diversidad sexual que existe en la diversidad de deseos de nuestro cuerpo y eso se le agradece a ella, al gay y al Ciclo, que desde allí nunca me he perdido.
(1)Dejo en claro que la chiquilla no estaba con líos existenciales , sólo estaba en el proceso de conocer a pares. Ser lesbiana no era algo que le complicaba.
(2)Le pongo así a las relaciones penetrativas entre vagina y pene.