Por Margarita Pisano
No fue gratis lograr espacios propios en los que nosotras, mujeres, éramos las protagonistas, y nuestras experiencias, las válidas. Estos espacios nunca fueron conquistas absolutas, siempre estuvo la amenaza de los maridos, los padres, los hijos y los dioses, acechando.
Siempre estuvo la sombra de los compañeros de lucha (partidos políticos), de los curas, la iglesia, la literatura, el cine, agujereando, atacando, anulando nuestros espacios. Fue -y es- una lucha constante; nos atacan desde adentro y desde afuera, desde nuestra propia sumisión y la necesidad “natural” de hombres, y no sólo para la reproducción -que sería lo de menos- sino para todo: desde el techo, la comida y la tumba hasta las ideas. Las que tenemos varias vivencias de ser autónomas e independientes, sabemos lo que significa la libertad de no hacer complicidad con quienes nos desprecian, odian y matan.
En estos espacios, contamos nuestros dolores y marginaciones; descubrimos nuestros deseos de tener una buena vida, sin servilismo, recuperando, para nosotras mismas, nuestros cuerpos queribles -no para los deseos de otros/otras. Nos descubrimos mujeres en una cultura misógina que nos odia y que nos hace odiarnos. Recién ahora, unas pocas aún, estamos entendiendo el desafío de ser productoras de ideas, lógicas, éticas, de horizontes posibles, de cambios profundos y civilizatorios a cargo de nosotras, sin las referencias a la cultura vigente. Digo “recién”, a pesar de los siglos de lucha, porque sólo contamos con una pequeña lista de mujeres “rescatadas” con nombres y apellidos, que fueron realmente independientes de la cultura vigente, sin condescendencias, rebeldes e imaginativas, esparcidas a través de los siglos. El feminismo sigue chapoteando en la mierda-mierda del patriarcado y sus expresiones, el que se apodera de nuestra historia.
Esta sospecha de otro horizonte ha sido posible por la experiencia de los espacios políticos de mujeres -laboratorios experimentales- desfocalizados del hombre y su cultura; y por una actitud crítica a nuestros resultados y políticas. El feminismo, a mi entender, y así lo he escrito, está fracasado, no logra instalarse como propuesta libre de patriarcado. Sin embargo, aún puedo asombrarme de lo sumergida que está la mayoría de las feministas en la cultura vigente, aún puede dolerme tremendamente el feminismo tributario de la masculinidad. Aún puedo asombrarme y dolerme, porque, para mí, la esperanza de otra civilización radica en la energía pensante de las mujeres y su historia (espero “otros” Encuentros).
ESTE FEMINISMO/AMEBA, SIN LÍMITES, SIN SABERES ACUMULADOS, SIN HISTORIA, DEJÓ ATRÁS A LAS MUJERES; Y EN ESTE X° ENCUENTRO, INCORPORÓ A LOS HOMBRES TRANS QUE HAN ELEGIDO LA FEMINIDAD COMO CULTURA Y DESTINO: EL TRIUNFO DE LA MASCULINIDAD. A lo largo de mi actuancia y del desarrollo de mi pensamiento feministas, he propuesto la deconstrucción de la feminidad, un todo cultural e indivisible con la masculinidad. ¿Qué puedo hacer yo -si he “sufrido”, rechazado y politizado la feminidad- con uno que la elige desde un cuerpo histórico varón?
Esto venía desde los lejanos tiempos de un feminismo -siempre sospechoso- con esa “fea” militancia en la masculinidad, que ejercen las feministas-madreristas, las buenas-buenas, con su necesidad de completarse en esos otros ajenos y borrar, incluso, el olvido de la historia. Sin historia/memoria, lo repetiré una y otra vez, no hay futuro; sin historia/memoria, no seremos nunca individuas con cara, cuerpo, nombre y apellido; sin historia/memoria, no hay otra civilización válida; al contrario, seguiremos chapoteando en el travestismo mental, en esa enajenación de tener un cuerpo transado y no pensado desde nosotras, atrapado en la deshumanización de la cultura del hombre, sin entendernos ni contruirnos culturalmente desde lo íntimo, privado y público/político.
En el X° Encuentro, resultó patente que el feminismo siempre ha funcionado con grupos fácticos de poder, escondidos, que, ahora, finalmente, se hacen tan evidentes; manejados como títeres desde la civilización masculinista, la cultura culta europea, occidental, la de los civilizados (y también desde el orientalismo esencialista), que, salvo excepciones, entrega unos restos de dinero a los/las lugarestenientes/tenientas del tercermundo, sus mafias replicadas.
¿Alguna vez alguien imaginó que esto no está inscrito en nuestros cuerpos? Los deseos de servir están inscritos en nuestros cuerpos, a fuego, como las marcas de los animales; este Encuentro insensible y deshumano, olvidó nuestras marcas. La ameba es el ardid de la democracia –un cuento muy bien instalado, pero fracasado- a la que adhieren y juntan votos, con tanto ímpetu, todos los grupos de poder.
¿Qué discursos nos han permeado constantemente? El discurso cristiano con sus departamentos: de la familia y el amor, del miedo, la culpa, la muerte, del Ser Superior… para qué seguir; el discurso socialista, el marxista, el sociológico, el academicista. El discurso de la juventud, “divino tesoro”, tan acentuado en este Encuentro, tan patriarcal, mentiroso y siempre de moda, que lleva, implícitamente, la promesa de un futuro mejor que nunca llega. El discurso del trabajo “productivo” que define a lo humano como desecho…
Aquí, frases sueltas (cada quien puede agregar las suyas, ¡no se quede en las penumbras!):
La democracia “es” según la cultura que la sostenga; si la sostiene una civilización de dominio, la democracia termina siendo un panfleto de grupos dominantes, una “variación sobre el mismo tema”.
Los hombres construyeron el poder de dominación, que remozan constantemente; las mujeres, entrenadas en la feminidad, lo ejercen desde las penumbras.
El feminismo es familista, madrerista y otras hierbas, y mientras estos focos filosóficos-civilizatorios no se cuestionen a fondo, no tiene vuelta, porque queda reducido a lugares sagrados, intocables, legitimando, en nuestros deseos, la cultura vigente.
Y también están nuestras almas románticas-románticas del amor-amor, mierda-mierda… y nos siguen matando… “por amor” y por las ideas propias.
Y ahora viene la gran receta: un “happy” camino (no un “happy end”), silbando bajo la lluvia, con “rainbow” y todas éramos hermanas…
El Movimiento Rebelde del Afuera (MRA) es un espacio de mujeres-mujeres, en ensayo de relaciones expresadas, marcadas por el proceso político de pensar juntas y también individualmente, tratando de construir conjuntos de ideas, los montones cuánticos, que al formar un número crítico, se armonizarán, y, así, iremos construyendo otra civilización (Oh!, la buena nueva sin dioses). Para el MRA no hay lugar sagrado: ni la democracia ni la historia ni la filosofía ni la familia ni los hermanos ni la economía ni la medicina ni los hombres; todo lo ponemos en cuestión desde sus fundamentos, desacralizando los libros (alimentos no perecibles), desmontando los museos (alimentos no perecibles), desdivinizando los libros sagrados (alimentos no perecibles), modificando nuestros deseos (alimentos no perecibles). El propósito es que no haya nada inamovible, no-perecible ni modelo rescatable… porque… “sin embargo se mueve” y porfiadamente elegimos vivir, no dominar. Hay pistas, es cuestión de saber mirar.
Por Margarita Pisano