Por Angélica Valderrama / Presidentx de MUMS / 27-08-2009 / La Nación
Hace unos días saltó o, mejor dicho, corrió a la fama la atleta sudafricana Caster Semenya, que ganó la medalla de oro en los 800 metros planos del Mundial de Atletismo de Berlín. Este logro no fue, sin embargo, lo que la puso en la palestra, sino su apariencia en extremo masculina, su musculatura desarrollada, el hecho de que rompiera las anteriores marcas conquistadas por «mujeres», hasta su ropa: fue la única atleta de su categoría que no usó shorts cortos, sino unos pantaloncitos más largos. En resumen, parece hombre.
Ha sido sometida a un control de sexo, un índice de feminidad para determinar si es verdaderamente mujer. No se puede asegurar qué se determinará, porque hombre o mujer son categorías que muchas veces no son muy definidas, ni tan opuestas, ni tan diferenciadas. No siempre la anatomía coincide con los cromosomas o los procesos hormonales durante el desarrollo. Esto sin contar con las intervenciones a que son sometidos los cuerpos a lo largo de la vida desde la cultura. Y claro, los cambios que decidimos hacer, desde nuestros deseos y opciones, al cuerpo que habitamos.
Revisando los foros asociados a la noticia, los/as opinantes se preguntan si será acaso una marimacho, intersexual o lesbiana. Algunos medios han titulado que se ha cuestionado su «condición sexual». Pasamos de querer saber si es mujer a cuestionar su identidad sexual. Parece que al salirse de la norma ha cruzado una línea y se ha pasado al llamado mundo de la diversidad sexual. ¿Será que los que nos ubicamos desde esta diversidad rompemos con los patrones de género sociales? ¿Todos los chicos con pantalón pitillo son gays? ¿Todas las chicas que gustan del fútbol son lesbianas? ¿O también desde los que se definen heterosexuales encontramos masculinidades y feminidades diversas?
Basta ir a la feria y encontrarse a la dueña de casa de pelo corto, de andar poco sutil, cargando con bolsas enormes, y darse cuenta que llegará a su casa, con su marido y sus hijos, expeliendo masculinidad. Basta pensar en aquellos hombres heterosexuales que quieren criar a sus hijos, darles de comer, brindarles cuidados usualmente «maternos», los llamados roles femeninos. Algunos/as no cumplimos con el mandato de buscar a nuestras medias naranjas en el sexo opuesto, otros/as no asumimos la feminidad o la masculinidad como un deber ser. Si pensamos en esto, somos muchos los disidentes y, cuidado, podemos ser más.
Por esto propongo realizarnos el test de la feminidad y masculinidad, todos y todas, veamos qué rasgos femeninos y masculinos hemos incorporado, cómo han variado a lo largo de nuestras vidas, revisemos nuestra homosexualidad-heterosexualidad: ¿ha sido constante? ¿Sin dudas? ¿Sin ires y venires? Nos encontraremos con la grata sorpresa de que la diversidad existe, en cada uno de nosotros/as, más allá de nuestras preferencias sexuales. A todos aquellos que nos quieren hacer creer que sólo existe blanco o negro, les decimos que el arco iris tiene muchos colores, que somos muchos y muchas los que reivindicamos el derecho a la diferencia.
Enlace de la columna en La Nación:
http://www.lanacion.cl/prontus_noticias_v2/site/artic/20090826/pags/20090826205044.html