Por CLAM

Pese al aumento del reconocimiento público de la diversidad sexual en Chile, mujeres y hombres homosexuales y bisexuales aún guardan silencio sobre su orientación sexual en ámbitos como las consultas médicas y las investigaciones sobre sexualidad. Esto supone desafíos tanto para el acceso a la salud de estas poblaciones como para la recopilación de datos relevantes que permitan conocer su situación.

En el año 2000, un estudio sobre comportamiento sexual en Chile llevado a cabo por CONASIDA incluyó la orientación sexual como variable sociodemográfica. El bajo reporte de las orientaciones no heterosexuales (por debajo del medio punto porcentual) en la encuesta refleja un efecto habitual de subregistro, relacionado con el estigma social que pesa sobre éstas. Entre los entrevistados, sólo 0.4 % de los hombres y 0.2% de las mujeres afirmaron tener una orientación homo o bisexual.

La ausencia de información es especialmente preocupante respecto a la salud sexual de las mujeres lesbianas y bisexuales. En este contexto, las investigaciones focalizadas resultan de gran importancia, pues brindan una base para la formulación e implementación de acciones y políticas en salud centradas en esta población. Documentos que abordan el tema, como el informe “Lesbianas, Salud y Derechos Humanos desde una perspectiva latinoamericana”, han nutrido el trabajo de organizaciones sociales que luchan por acabar con las prácticas discriminatorias en la prestación de servicios de salud.

En Argentina, el Espacio de Articulación Lésbica promovió en 2006 la campaña “Cambiemos las preguntas”, con el fin de sensibilizar a trabajadores de la salud respecto a la vulneración de los derechos humanos de las lesbianas durante la atención médica, particularmente la ginecológica. Entre las prácticas discriminatorias referidas por la campaña se encuentran la presunción de que las mujeres son heterosexuales y por ello deben usar métodos anticonceptivos durante las relaciones sexuales, reacciones agresivas y humillantes contra las mujeres cuando dan a conocer su orientación sexual lésbica o bisexual, y la realización de exámenes médicos de forma violenta cuando las consultantes tiene atributos considerados masculinos.

En Chile, la investigación Salud Sexual en Mujeres Lesbianas y Bisexuales en Chile: Desafíos y Contribuciones desde la Antropología Feminista, realizada entre 2008 y 2010 por el Movimiento de la Diversidad Sexual (MUMS) y la Universidad de Concepción, con financiamiento del Fondo Nacional de Investigación en Salud (FONIS – Conicyt), se propuso brindar un panorama cualitativo y cuantitativo sobre el tema en tres regiones del país: Metropolitana, Valparaíso y Bío-Bío. Para tal fin, se entrevistó a 196 mujeres de sectores socioeconómicos medio-alto y medio-bajo, identificadas como lesbianas u homosexuales (75%), bisexuales (16%), queer (6%) y términos afines (3%), de entre 18 y 50 años.

En entrevista con el CLAM, Fernando Muñoz, presidente de MUMS, destaca algunos resultados de la investigación relacionados con el comportamiento y la salud sexual de mujeres lesbianas y bisexuales.

¿A qué se debe la escasa información sobre salud sexual de mujeres lesbianas y bisexuales en Chile?

A que éste tema ha sido poco investigado en nuestro país por varias razones. En primer lugar, debido al sesgo de muchos investigadores que minimizan la importancia y especificidad de este grupo poblacional y lo subsumen en los estudios sobre salud sexual de la población general.

En segundo lugar, a que Chile es un país con pocas investigaciones sobre sexualidad. La agenda académica está más orientada hacia la salud reproductiva, tema que domina la escena, y hacia el VIH, pero otras aproximaciones al tema de la sexualidad han sido poco abordadas. Me atrevería a afirmar que Chile es uno de los países de la región más rezagados en esta línea de investigación.

Un tercer obstáculo, esta vez de orden metodológico, guarda relación con la dificultad de acceder a la población homosexual. Las personas homosexuales tienden a mantener oculta su orientación y a vivir su sexualidad en la clandestinidad por causa de la discriminación. Pese a que el MUMS es una organización de la diversidad sexual con trayectoria en estos temas, tuvo dificultades para acceder a la información sobre la situación de las mujeres lesbianas y bisexuales.

Por eso, una decisión metodológica que tomamos fue que el trabajo de campo y las entrevistas serían llevadas a cabo pares. Esto facilitó el acceso y contribuyó a que la gente no se sintiera amenazada. Para responder la encuesta, la mayoría de mujeres entrevistadas solicitó una referencia directa, es decir, antecedentes específicos respecto de la procedencia y finalidad de la investigación.

Otras investigaciones sobre población homosexual han señalado que los hombres reportan con mayor facilidad su orientación sexual. Esto seguramente influye en el menor grado de visibilidad y exposición de las lesbianas respecto a los gays.

¿Qué resultados arrojó el estudio sobre el comportamiento sexual de esta población?

Respecto a la iniciación sexual, 37% de las encuestadas declaró haberse iniciado con otra mujer mientras que 52% lo hizo con un varón. Sobre su situación actual de pareja, 55% de las mujeres señaló encontrarse en situación de pareja estable. De este porcentaje, 68% declaró que la duración de su relación es superior a un año.

Al consultarlas sobre los elementos más valorados de la sexualidad, las mujeres identificaron, en primer lugar (47%), la “manifestación de amor y entrega en pareja”; en siguiente lugar de importancia, la “expresión de intimidad entre dos personas”; y por último, “el placer sexual”. Es interesante notar que el 97% de las encuestadas considera la reproducción como el aspecto menos importante de la sexualidad.

Entre las principales razones expuestas por las encuestadas para tener relaciones sexuales, 53% señaló que lo hacían por amor, mientras que 42% declaró hacerlo “por atracción o deseo”.

Respecto a la satisfacción sexual, la evaluación fue positiva a nivel general: 46% de las encuestadas califica sus relaciones sexuales como “muy satisfactorias”, 37% como “satisfactorias”, y 15% como “ni satisfactorias ni insatisfactorias”.

Respecto a las medidas preventivas resulta preocupante el bajo nivel de utilización del condón en la primera relación sexual. Sólo 12% de las mujeres declara haberlo usado, pese a que el 60% reportó haber tenido prácticas penetrativas en su primera relación sexual. Asimismo, sólo 9% de las mujeres declara haberlo usado en la última relación sexual. Por otro lado, 23% de las encuestadas usó la píldora anticonceptiva como medida de prevención en su última relación heterosexual. Esto evidencia una mayor preocupación por prevenir el embarazo que por contraer una ITS cuando se tienen relaciones sexuales heterosexuales.

¿Cuáles fueron los principales hallazgos respecto a los problemas de salud sexual?

Constatamos que entre las mujeres el cuidado de la salud sexual es bajo, particularmente en lo que atañe a consultas y exámenes especializados, así como es alto el nivel de desinformación.

Muchas mujeres evitan informar su orientación sexual durante las consultas ginecológicas, lo que afecta la calidad de la atención. El temor a ser discriminadas y el desconocimiento por parte de los/as profesionales de salud respecto a sus necesidades particulares son los principales obstáculos que les impiden hablar abiertamente sobre su sexualidad y plantear inquietudes respecto a su salud sexual.

Cuando el prestador de salud les pregunta si han tenido relaciones sexuales, las mujeres encuestadas tienden a responder negativamente. Esto debido a que las relaciones sexuales referidas por los médicos/as suelen asociarse a prácticas penetrativas y muchas mujeres lesbianas no las tienen. Según otras investigaciones, los hombres, independientemente de si penetraron o fueron penetrados, en las consultas médicas suelen declarar que tuvieron relaciones sexuales.

El estudio mostró que la mayoría de mujeres que acude al médico ha tenido relaciones sexuales con hombres. En general, acuden para realizarse el examen del PAP. Las mujeres que han tenido relaciones con otras mujeres de forma prolongada evitan las consultas médicas por considerarlas innecesarias. Diversas investigaciones afirman que tanto los embarazos como los anticonceptivos protegen a las mujeres contra el cáncer cervicouterino. Si esto es cierto, este segmento de mujeres estaría más expuesto a desarrollar esta enfermedad. Por este motivo es urgente promover la consulta ginecológica entre este grupo de mujeres.

Por su parte, investigaciones sobre la salud sexual de hombres homosexuales señalan que la mayoría acude a servicios de salud para practicarse exámenes de VIH y otras ETS.

La investigación se nutrió de algunos aportes del feminismo. ¿Cómo fue esta contribución?

La investigación se sitúa en el cruce de la antropología médica y la teoría feminista, lo que nos permitió reconocer que, en materia de salud sexual, las necesidades de las mujeres lesbianas y bisexuales han sido invisibilizadas. Este es nuestro punto de partida.

Además de facilitar la financiación de la investigación, el enfoque de la salud pública contribuye a darle mayor legitimidad “científica”. Esto es importante pues nos abre la puerta para llevar a cabo actividades de sensibilización con quienes diseñan las políticas de atención en salud y con los/as proveedores de salud sexual.

La perspectiva feminista nos ayudó a reconocer la forma como operan la heteronormatividad y el machismo: son dos estructuras que, articuladas, perpetúan la discriminación hacia las mujeres lesbianas y bisexuales; y nos plantea el reto de aportar información que contribuya a desmontarlas.

El cruce de las dos perspectivas muestra al poder médico como un espacio productor y reproductor de discursos normativos en torno a la sexualidad y al género. Por lo tanto, es necesario permear este espacio con nuevas miradas que, además de mejorar la atención en salud de las mujeres lesbianas y bisexuales, contribuyan al reconocimiento y respeto de la diversidad sexual en el ámbito de la salud. Con ello buscamos concentrar el trabajo en algunas políticas públicas para mejorar los modelos de atención en materia de diversidad sexual. Esto no implica grandes transformaciones estructurales ni recursos públicos. Requiere una mejor formación del personal de la salud.