¿Cómo se aborda la homosexualidad en Chile?, ¿cuáles son los espacios que existen para los padres en temas de sexualidad?, ¿qué esperan los padres de sus hijos? Estas y otras interrogantes son posibles en torno a lo “normal” desde la sexualidad, tema transversal que, paradójicamente, es invisible en la maraña de cuerpos usados para exponer, vender, seducir, justificar y proyectar la sociedad y sus estructuras a lo largo de la historia.
La constitución vigente, en su artículo 1° consigna “La familia es el núcleo fundamental de la sociedad”, pero, ¿qué concepto subyace en esta norma? Y ¿de qué hablamos cuando hablamos de familia? La constitución del ’80, introduce el concepto de la familia nuclear, heterosexual, cristiana, reproductora del sistema liberal capitalista en que los roles tradicionales se anquilosan en la estructura padre proveedor, madre contenedora, buenos hijos heterosexuales. Todo acorde en la sociedad del consumo, la perfección de cuerpos femeninos y masculinos vende automóviles, cigarrillos, licores, vacaciones en el Caribe, etc. Por otro lado, el ejercicio de la paternidad (y maternidad) está instalado en el inconsciente colectivo como un mandato ontológico del ser humano. Subyace en este discurso de la naturalidad de la función reproductiva un cierto don innato para afrontar la crianza y educación de los hijos, algo así como una programación genética para criar “buenos hijos”. Todo lo cual constituye la más flagrante de las falacias, porque nadie tiene la receta para la crianza perfecta y es un lugar común con la expresión “a nadie le enseñan a ser padre”. Y según el contenido del mandato social, un padre debe criar un hijo educado formalmente, productivo en lo económico y reproductivo. El éxito se mide en la calidad del empleo, las prebendas sociales obtenidas, el matrimonio logrado y los hijos engendrados. Todo esto, evidentemente, en el contexto de relaciones heterosexuales. Cuando un hijo sale del clóset, los padres entran al clóset.Asumir la orientación sexual desde la diversidad, en Chile, es un proceso traumático para quien se declara diferente a la normalidad sexual propuesta y aceptada, avalada por una serie de valoraciones desde lo ético a lo médico. En el pasado -aún el más reciente-, reconocerse no heterosexual ha sido motivo de prejuicios, discriminación, violencia, ataques homofóbicos, muerte. Y sin embargo, olvidamos que los homosexuales son hijos de heterosexuales. Para los padres heterosexuales, por su parte, escuchar de sus hijos que no son heterosexuales, supone un golpe enorme, en que coexisten las sensaciones de fracaso, rabia, dolor, culpa, pérdida, castigo. Las posiciones frente a esta atribulación pasan por intentos de corregir la desviación en la sexualidad del hijo, sea desde lo psicológico (terapias reparativas de la homosexualidad), sea con medidas extremas de prueba de una “sexualidad sana” (llevarlos a un burdel, por ejemplo). Lo complejo de estas medidas es que aún hoy hay quienes hablan, con discursos desde la autoridad, de la posibilidad de corregir la homosexualidad como algunos profesores universitarios, parlamentarios, abogados, médicos. Desde esta premisa, se articula el título de esta reflexión. Ante la desviación de la norma, parece ser que solo queda exclamar, llenos de consternación: “Dios mío, ¿qué hemos hecho para tener un hijo homosexual?” Y las posibles conductas de los padres van desde ocultar la vergüenza, invisibilizar negando la orientación sexual desviada como moda, expulsar, justificar como enfermedad y por tanto, medicamente curable y por último aceptar. ¡Sí¡ resulta difícil ser padres sin un manual para cumplir la tarea que nos exige un sistema heterocentrado. Y es mayor el nivel de complejidad para educar en temas más del ser que del saber. Se puede buscar ayuda si al hijo le cuestan las matemáticas, pero ¿a quién se recurre para que los padres mismos sean capaces de hablar de sexualidad sin caer en el discurso de lo normal (heterosexualidad) versus lo anormal (otras formas de amar)?, ¿cómo se enseña el respeto a lo humano en cuanto a la sexualidad? ¿Cómo hablamos de sexo, sexualidad y afectividad?, ¿qué pasa con los discursos sobre el cuerpo y la sexualidad, cuando con la cara encendida, un padre intenta explicar a un hijo preadolescente las poluciones nocturnas? La educación sexual en los establecimientos educacionales, tanto para estudiantes como en las llamadas “escuelas para padres”, se enfocan desde la dicotomía hombre / mujer, e intentan ser un medio de prevención del embarazo adolescente… Pero de sexualidad y afectividad, no se habla. En la década del ’90, PAFALH propuso recomponer el escenario de la paternidad de hijos homosexuales, desde la naturalidad de la diversidad sexual. FADS ha enarbolado como bandera de lucha el respeto de los derechos de la diversidad sexual, situados, paternalmente, desde la perspectiva de defensa y protección de los retoños. El camino es largo, y requiere de estrategias que proporcionen información universal en educación sexual, que sea capaz de posicionar el discurso de la diversidad sexual como una posibilidad, desmarcando el contenido de perversión, pecado y anormalidad que se le ha asignado en el occidente capitalista. La orientación sexual y la identidad de género no es simplemente una cuestión que pasa o se determina por la posesión de genitales masculinos o femeninos.
Elba del Pilar Estay QuirozMaría Alicia Rosales Muñoz Estudiantes en práctica Trabajo Social Universidad Miguel de Cervantes