La escritura del cuerpo
La marcha del orgullo GLBT, desarrollada el 29 de Septiembre del 2007, fue un evento, desde mi punto de vista, majestuosa. Para todos y todas fue posible compartir tanto con la fabulosa y flaquisima Nicole, como con las robustas motoqueras, los esculturales marineros gay, los graciosos ositos, las pelolays y los pokemon, las familias, las parejas, las organizaciones, los carros de las discos de moda con sus transformistas, las Travestis, las Transgeneras y las/os transexuales, la Pedro Lemebel, el Che de los Gay, todas las otras marchas y hasta con la ley y el orden; es decir, Carabinieris de Chile. Es que estaba todo el mundo. No faltaba nadie.
Por Claudia Rodríguez, activista Trans muMs
Podríamos decir que la marcha es en si, “ella toda”, y no cabe ninguna posibilidad de renegar de alguna dimensión de ella.
Es imposible afirmar que hay una contradicción profunda en la diversidad de expresiones, en el conjunto de otras posturas o reflexiones que allí se manifiesten. En mi opinión, por ejemplo, se justifica la presencia de un grupo dentro de la gran marcha que se identifique como la “otra” marcha. Acaso ¿existen hipótesis acabadas?. Las organizaciones, no podemos ser tan ingenu@s o pretencios@s para creer que en algún momento habremos concluido o sintetizado la profunda demanda del ser humano. Debemos reconocer, permanentemente, nuevas oportunidades de profundizar en nuevos análisis y en la coherencia de fugas que problematizan cualquier discurso oficial.
En este sentido y corriendo el riesgo de ser una positivista o romántica, solo en este sentido de análisis, la marcha ha venido presentando de manera espontánea y paulatina, un protagonismo poco reconocido –a veces quisquilloso y otras hasta severo –a partir de la primera plataforma real del ser humano, como lo es el cuerpo. Es decir, hombres y mujeres marchantes, en sus propias experiencias -materiales, psíquicas y contextuales –han elaborado percepciones, a partir del eje “apariencias y verdades”, implicando desajustes y discordancias entre, por ejemplo, la existencia, las libertades y el encuentro con la felicidad, tomando como reducto, manufacturas cada vez mas diversas del cuerpo.
El cuerpo, entonces se constituye, con cada vez mas fuerza en un documento político, cada vez menos sagrado y conservador, para ser insolente y revolucionario.
Las Transgéneras siempre vapuleadas por el conservadurismo que lo atraviesa todo, lo público y lo privado –hasta en aquellos más progresistas -plantean desde una mirada critica y dura, un ejercicio límite de la conquista de los espacios y los derechos, en lo que se refiere a que él “ser esta sujetado al cuerpo” y no el “cuerpo es la expresión de todo el ser”. La pulsión psíquica de otra forma de interpretación de la realidad se enfrenta principalmente a lo que se quiere revocar, como lo es esa supuesta materialidad de un sujeto alfa, superior y sagrado, versus –en el mes del orgullo GLBT -una marcha repleta de multitudes diversas que desean dejar de existir oprimidas, oscuras, sin nombre. Ser trans es plantearse a partir del cuerpo y escriturarlo con y a pesar de todo el peso de la ley, la moral y la ciencia.
La marcha por el orgullo GLBT, es, espontáneamente utilizada por este reducto, que se pretende reducir finalmente, en esas horas –ejemplificadoramente -lo democratizan todo y a todos.
Por ninguna razón las agencias de poder pueden permanecer sosteniendo una diferencia sobre la base de lo intrínsecamente humano, lo biológico. Todo lo demás es circunstancial y arbitrario, provocado por la concepción de que existirían diferencias de calidad entre un ser humano y otro. En la marcha finalmente se potencia lo personalísimo, el valor de lo íntimo y particular de todxs, pero cada vez en una mayor masa íntimamente deliberante.