Por Juan Pablo Sutherland
Acusar a un Juez de la República por ir a un sauna gay. ¿Qué significa eso? ¿Alguien podría acusar a los jueces heterosexuales o no por visitar los cafés con piernas o los mismos saunas? ¿Esa sola acción cuestiona su calidad profesional y ética? El caso es claro: la homosexualidad o heterosexualidad de cualquier persona no inhabilita su condición profesional, ética y moral. Sin embargo, la guerrilla moral de estos días expone cuestiones de fondo para reflexionar.
La convulsionada escena pública chilena se vuelve un campo de batalla sin fronteras. ¿Cuáles podrían ser los límites de lo público y lo privado en nuestra sociedad? El caso del Juez Calvo se convertirá, sin duda, en un registro histórico del control social más eficaz. Uno se sorprende con este debate. Acusar a un Juez de la República por ir a un sauna gay. ¿Qué significa eso? ¿Alguien podría acusar a los jueces heterosexuales o no por visitar los cafés con piernas o los mismos saunas? ¿Esa sola acción cuestiona su calidad profesional y ética? El caso es claro: la homosexualidad o heterosexualidad de cualquier persona no inhabilita su condición profesional, ética y moral. Sin embargo, la guerrilla moral de estos días expone cuestiones de fondo para reflexionar.
Figuras públicas y vidas privadas: saliendo del closet con homofobia.
El Juez Calvo ha sido valiente, ético y seguramente el episodio no lo olvidará por mucho tiempo. Sus impactantes y valientes declaraciones hacen pensar en los límites de la actuación pública y privada. El Juez Calvo dijo: “Yo no tengo moral para juzgar la vida moral de los demás”. Y yo me pregunto: ¿quién podría tener la moral para juzgar a otro por sus actividades privadas donde no existe ningún delito? La verdad que esto tiene un tono de dulce caballo de Troya del doble estándar chileno y evidentemente provoca una gran cortina de humo que beneficia siempre a poderosos, o a los supuestos intereses morales de la Nación.
Como alguna vez lo escribí para este medio, ¿qué tiene que ver la Pedofilia con la Homosexualidad?. Pues nada. Una es un delito, la otra no. Una es una perversión por las relaciones de poder y abuso que conlleva. Y la otra, una orientación sexual más. Ahora bien, una orientación sexual más en Chile es como decir algo bastante camuflado, pues la homosexualidad se estaría ocupando para todos los fines. Lo sensato es no confudir los planos de discusión. Nadie puede obligar a otro a salir del closet por cuestiones que escapan del orden profesional, particularmente en este caso. El juez Calvo tiene toda la autoridad de su cargo para seguir indagando, pues investiga un delito y, por lo que sabemos, hasta ahora no es delito vivir una orientación sexual determinada, aunque reconozcamos que habitualmente una parte importante de los medios de comunicación social insiste en la criminalización de conductas, prácticas e identidades sexuales que no poseen el status de la norma cultural y sexual mayoritaria.
Ética y mercado de noticias: las plusvalías de una crisis periodística.
Me sigue sorprendiendo Chilevisión y, más aun, Alejandro Guillier. No es posible avalar tan acríticamente la irresponsable y absurda acusación de Sebastián Rodríguez, personaje que denunció al Juez Calvo. Quizá la pregunta de fondo sea ¿cuál es el contrato de convivencia social que tenemos? ¿Hasta qué punto somos capaces de someternos al mercado, al rating, a la excitación periodística y destruir personas, procesos de aceptación, etc? Esos escenarios requieren de un colectivo social que acuerde las mínimas reglas del juego entre lo ético y lo no ético. ¿Grabación clandestina, extorsión, todo ello realizado con acompañamiento de profesionales? ¿Eso es investigación periodística?
Estamos en la selva, esa es la señal. Si puedo, te destruyo. El límite del periodismo con la vida pública y privada está atrapado en la propia cultura del consumo espectacularizado. Cultura jerárquica y autoritaria, que siempre expondrá el lugar más débil. Da pena el Señor Rodríguez… y da lo mismo que sea gay, existen gays que apoyaron la dictadura y torturaron y otros que murieron luchando en su contra. ¿Qué nos pasa con la exposición del otro? Pareciera que el voyeurismo periodístico sigue sobrepasando los límites insospechados de un deseo de incitación discursiva. Esto me recuerda las confesiones coloniales donde el mismo sacerdote pedía escuchar rigurosamente los pecados, en una excitación irrefrenable de su propio voyeurismo.
¿Alguien cuestionaría al brillante alcalde de París, abiertamente gay y que goza de gran popularidad en su país? Puede que quizá unos pocos, pero éste fue elegido democráticamente y lo que importa es la calidad de su trabajo, nada más. Eso es lo relevante. Incluso Alberto Chaigneau, Ministro de la Corte Suprema, ha sido el más preciso y claro, entremedio de todos estos artificios, diciendo: “Y si resulta que soy maricón, a ver, ¿qué podría pasar? No lo soy, pero ¿y si fuera, cuál es la diferencia?” Resuelto y contundente, el ministro ha dado una clase contra la estupidez que nos ronda. ¿Y qué ha pasado, pregunto yo, con el Presidente homosexual que ya tuvimos y que ya forma parte del imaginario social? ¿Cambió el país, la República se homosexualizó así de repente? Por favor, seamos claros: la casa y la plaza pública son parte de nuestras vidas. Las piruetas sexuales y andanzas de todos nosotros no constituyen delitos hasta el momento en que exista daños a terceros.
A estas alturas, el caso Spiniak es la novela policial más leída mediáticamente hoy por todos los chilenos, pero es una novela que tiene un guión muy claro: investigar un delito, una supuesta red de pedofilia que ya se ha transformado en una gran operación moral. Incluso las mismas organizaciones gays-lésbicas-transgéneros han condenado sin vacilaciones la pedofilia y apoyaron sin dudar al Juez Calvo. Entonces: ¿de qué estamos hablando?
En Chile todavía no resulta posible entender que una figura pública es un ser humano como todos nosotros. Una persona que vive lo que todos los seres humanos viven: sexualidad, amores, infidelidades, alegrías, cuestiones que forman parte de la vida cotidiana de cualquier mortal.
Gran parte de la clase política ha apoyado al Juez Calvo y aquello constituye una esperanza, pues si llegase a inhabilitarse a cualquier figura pública por su orientación sexual, sus salidas, sus gustos privados, etc, tendríamos que condenarnos todos al gran panóptico de la nación, aquél que obscenamente registrará la vida social, sexual, política, cultural de cada uno de nosotros (as) ¿Y quién será el próximo?.